El Estado ha ido endureciendo las condiciones para los que solicitaran encuentros con parejas y familiares, primero castigando con el aislamiento a los presos que optaban por el vis y, finalmente, suspendiéndolo en 23 cárceles del Estado
Al Estado cualquier excusa le sirve para dar otra vuelta de tuerca sobre los presos. La pandemia por el covid ha sido un caldo de cultivo perfecto para ensayar nuevas restricciones y ampliar los castigos a los ya condenados. En los últimos días se han suspendido los vis a vis en 23 cárceles, mientras que en 24 prisiones tampoco se permiten las comunicaciones familiares. Además se han restringido y prohibido en muchos casos los permisos a aquellos internos que pueden disfrutar de estos derechos.
La nueva situación (que afecta tanto a presos vacunados como no vacunados) obedece nuevamente a la arbitrariedad de muchas cárceles con el beneplácito de Instituciones Penitenciarias. No se entiende que, mientras que en mayo se reanudaban los vises (aunque 'castigando' con 10 días de aislamiento a los presos que optaban por ellos), recientemente, en algunas prisiones, como la de Mansilla de las Mulas (León) o la de Burgos se hayan vuelto a suprimir.
No obstante, las condiciones en las que se permitían los vises fueron criticadas y rechazadas por muchos presos ya que los que optaran por acogerse al nuevo sistema quedaban posteriormente diez días aislados en otro módulo, sin efectos personales ni la garantía de hacer llamadas a la familia.
Muchos prisioneros, como el anarquista Gabriel Pombo, rechazaron este sistema, al considerarlo un chantaje. Aprovechando la oposición mayoritaria de los presos al nuevo sistema de vis a vis, los carceleros, para ahorrarse trabajo, han subido el castigo del aislamiento a 14 días, lo que limitó mucho más el número de presos interesados y acabó justificando, finalmente, la suspensión en muchas cárceles de este derecho.
El caso de Gabriel Pombo
En el caso del preso anarquista Gabriel Pombo da Silva esta noticia no le ha sorprendido ni le afecta en su vida diaria ya que había decidido no acogerse al nuevo sistema «por dignidad». Esa dignidad se basa en que de los 33 años que lleva sin libertad, 23 años sufrió el régimen de aislamiento «y no quiere ni un día más de aislamiento», dice Elisa, su compañera. Pombo se muestra sereno y mantendrá las visitas por locutorio. «Nos volveremos a abrazar cuando salga a la calle. Siempre con la cabeza alta». Señala su compañera Elisa.